Linux es un sistema multiusuario como hemos apuntado anteriormente, esto permite que varias personas puedan usar el mismo ordenador para realizar sus tareas. Evidentemente es necesario planificar esta situación para organizar las diferentes áreas de trabajo e impedir el borrado o alteración de ficheros de diferentes usuarios.
Es sistema es consciente de esta característica y clasifica los usuarios otorgándoles diferentes niveles de acceso dependiendo de las tareas que vayan a realizar. Por eso, siempre es necesario identificarse antes de comenzar una sesión de trabajo en Linux.
Antes de ingresar en el sistema, Linux nos ofrecerá una ventana, bien gráfica o de texto, en la que nos demandará un nombre de usuario (Loginuser) y una contraseña (password). Una vez cumplimentados correctamente estos campos, si somos usuarios registrados del sistema, Linux nos permitirá acceder a todos los recursos que tengamos autorizados. Pero, ¿quién es el encargado de registrarnos y autorizarnos? Esa tarea, como todas las de administración y configuración están reservadas para el superusuario, llamado "root". Es conveniente, incluso cuando nosotros seamos los únicos usuarios de nuestro sistema doméstico, no utilizar la cuenta de root para tareas que no sean administrativas, pues podríamos ocasionar graves daños ya que todo nos estaría permitido. Por eso es aconsejable siempre, disponer de una cuenta normal de usuario para utilizar el ordenador.
Como ya hemos apuntado en el apartado anterior, el superusuario es el responsable de la administración y configuración de todo el sistema. Es el único autorizado para añadir nuevos usuarios, instalar aplicaciones, configurar dispositivos, etc. Posee un acceso total, lo que aconseja el uso prudente de esta cuenta y reservarla sólo para los casos absolutamente necesarios.
El superusuario se define durante el proceso de instalación del sistema. Linux nos pregunta por la contraseña de "root" y hemos de teclearla dos veces para evitar errores, a partir de ese momento, esta contraseña ingresada nos permitirá el acceso como administrador al equipo.
Siempre es necesario ser cuidadoso y custodiar con celo todas nuestras contraseñas personales, también en este caso debemos proceder con cautela y elegir una clave, sencilla para nosotros, pero complicada para que alguien pueda deducirla. Lo normal es utilizar palabras de acceso de más de seis caracteres alfanuméricos, es decir, que contengan letras y números para conseguir que las combinaciones posibles sean lo suficientemente elevadas e impedir que sea descubierta con un método sistemático de pruebas.
El usuario normal del sistema es el que tiene acceso a todos los recursos de éste, pero no puede cambiar la configuración, ni eliminar, voluntaria o accidentalmente, archivos esenciales. Suele estar confinado a un directorio de trabajo sobre el que posee un control total: crear, borrar, editar o modificar ficheros propios pero nunca puede comprometer la estabilidad y seguridad del equipo.
Las cuentas de usuario tiene que crearlas el "root" necesariamente para que el sistema las reconozca, en caso contrario, ninguna persona que no esté autorizada podrá utilizar los recursos del ordenador.
Como hemos visto en el apartado anterior, cada usuario tiene acceso total a su propio directorio de trabajo, sin embargo, este usuario puede pertenecer también a varios grupos lo que le proporcionará acceso a los recursos que sean propiedad de los grupos a los que pertenezca. Es decir, los derechos de acceso a los ficheros y recursos de un sistema Linux está determinado por la identidad del usuario junto con el grupo o grupos a los que pertenezca.